Reflexiones de lo mexicano: reinvención de los espacios públicos y privados a la luz del Art Decó

Importantes movimientos artísticos se han consolidado en períodos de urgente calma luego de la tempestad. Fue el caso del Art Nouveau que floreció en las décadas de paz entre la Guerra Franco Prusiana y la Primera Guerra Mundial, o del Art Decó culminado este último enfrentamiento y hasta entrada la segunda mitad del Siglo XX. Estilos que suelen ser confundidos o integrados de forma que se omiten las diferencias, relativas tanto a su papel histórico como a sus elementos estéticos característicos, que existen entre uno y otro. Distinciones que se vuelve relevante tener presentes si se busca entender la influencia que ejercieron sobre la construcción de las identidades nacionales en general y de la mexicana en particular.

Por un lado, el Art Nouveau, que adoptó múltiples nombres según su latitud, se caracterizó por tener su epicentro en Europa y de no alejarse mucho del mismo. Cobró gran fuerza, desde finales del Siglo XIX y hasta la década de los 20,  en Bélgica y Francia, así como en Cataluña e Inglaterra bajo los nombres de Modernismo y Arts & Crafts respectivamente[1]. Al incorporar elementos naturales, líneas sinuosas, y colores brillantes en muchas ocasiones, buscaba hacer un rompimiento tajante con influencias del pasado. Alzarse como el estandarte de una clase burguesa capaz de definirse a sí misma y abrirse camino en los espacios de poder políticos y económicos.

En contraposición a ello, el Art Decó fue un movimiento que se presenta al mundo en 1925 (aunque recibiría su nombre hasta muchas décadas después) en el marco de la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales de París[2]. Su afán, en buena medida alimentado por los descubrimientos arqueológicos de la época como el de la Tumba de Tutankamón en 1922, era el de manifestar un movimiento integrador con el pasado. De incorporar elementos diversos del futurismo, constructivismo, cubismo y arte de culturas antiguas en una fusión refrescante y osada impulsada por las clases altas. No obstante, no se presentó como un movimiento excluyente y pronto se fueron apropiado de él tanto las clases medias como las autoridades, no sólo de Europa sino de todo el mundo, alcanzado visibilidad en ciudades como Nueva York o Miami.

En México, el auge de este movimiento coincide con el ambiente post-revolucionario ávido de hacerse de elementos (ideológicos, artísticos, simbólicos) que permitiesen labrar una nación con proyección global. Razón por la que es posible señalar que en el país el Art Decó cobra una función particularmente relevante. Si bien existen rasgos de su influencia en ciudades como Guadalajara, Puebla o Monterrey[3], es en la capital del país donde se concentran el mayor número de obras propias del movimiento.

En México, El Art Decó transforma el espacio público por una doble vertiente. Por un lado, se da lugar a la construcción de edificios emblemáticos como el número 1 de Paseo de la Reforma: El Edificio de la Lotería Nacional o “El Moro”.  Mismo que no solo destacó por su altura de 107 metros sino por sus imponentes elementos de estrictas líneas rectas, materiales contrastantes y volúmenes geométricos[4]. Totalmente distintivos del Art Decó.

Asimismo, es posible observar el Art Decó, en su más pura expresión, en edificios como el del “Frontón México” o el actual Museo de Arte Popular (MAP), así como su influencia en el Monumento a la Revolución, o en la decoración interna del propio Palacio de Bellas Artes. 

Por otro lado, la adopción del Art Decó, que también se volvió evidente en artes gráficas y decorativas diversas, se vinculó con el equipamiento y mobiliario urbano. Es decir, se comenzaron a reflejar sus patrones en bancas, farolas, corredores y estructuras presentes en parques. Ejemplo de ello se encuentra el Parque México y sus alrededores, en las Colonia Hipódromo, Condesa e Hipódromo Condesa.

En México, el auge de este movimiento coincide con el ambiente post-revolucionario ávido de hacerse de elementos (ideológicos, artísticos, simbólicos) que permitiesen labrar una nación con proyección global.

Esta situación dio lugar a la consolidación, estético-espacial, de la forma de vida de una naciente clase media en la capital del México post-revolucionario. Concentrada en lo que actualmente comprende zonas de las delegaciones Miguel Hidalgo, Cuauhtémoc y Benito Juárez, esta creciente clase social adoptó también patrones de consumo y conducta que buscaban asociarse con México desde los discursos oficiales.

Lo anterior permite señalar que, además, el Art Decó transformó el espacio privado en México. Esto, nuevamente, desde dos aristas. Dado que la edificación con los cánones estéticos del movimiento no se ciñó a edificios gubernamentales, es posible apreciar grandes obras de arquitectos como Francisco J. Serrano o Ernesto Buenrostro en las zonas ya mencionadas. El Edificio Basurto, el Edificio Anahuac, El Edificio Picadilly, El Edificio Guell o el San Martín son solo algunos de estos ejemplos. Si bien existen muchas otras construcciones, un tanto más modestas, en avenidas como Ámsterdam, es posible apuntar sus rasgos característicos: el letrero con el nombre del edificio, las formas simétricas no solo en la fachada, sino también en la herrería, los materiales elegantes y, quizás lo más importante, la incorporación del recibidor como núcleo social de la construcción.

Se menciona lo anterior pues la idea de un recibidor, tan común en la actualidad, se proyectaba como el espacio para demostrar un nuevo estilo de vida. En él aparecían elementos de adorno decorativo (mesas, muebles, luminaria, plantas) importados desde Europa o Estados Unidos. Lo cual da pie a hablar del segundo mecanismo con base en el que el Art Decó transformó el espacio privado: la distribución y naturaleza de la vivienda misma.

A la noción de un hogar con sala, comedor y cocina (innovador para la época) se suma rápidamente el de poblarlo de artefactos decorativos y funcionales a la vez[5].  Refrigeradores, licuadoras, teléfonos son todos inventos recientes que habrían de encontrarse en las casas de la clase media que buscaban ser parte de la modernidad. Mismos que se elaboraban, en muchas ocasiones, desde los referentes estéticos marcados por el Art Decó.

Todo lo anterior, esbozando un ejercicio de síntesis, pretende reflejar la importancia del Art Decó en la configuración de una narrativa nacional. Llegado a México poco después de que iniciara el proyecto nacionalista de Álvaro Obregón, el movimiento sirvió como eco y catalizador de una idea de país clasemediero, moderno y con ínfulas de desarrollo. Sus principios se apropiaron de la construcción de edificios diversos alcanzando espacios tan importantes como el Palacio de Bellas Artes. Simultáneamente, los hogares de una clase media-alta, que si bien no representaba una forma hegemónica de vivir sí pretendía ser un referente, se transformaron al ritmo del Art Decó.

Expuesto de otra forma, el movimiento puede vislumbrarse como la materialización de un país con el anhelo de emerger moderno de la guerra revolucionaria. Si bien no se mencionó previamente, el Art Decó también fue determinante en la construcción y decoración de Cines, Teatros, tiendas departamentales como el Sears de la Alameda u hoteles emblemáticos como el Roosvelt y el Grand Marquis de Paseo de la Reforma. Lo que sugiere que la estética, y lógica, detrás del Art Decó representó en la Ciudad de México, y en menor medida en otras grandes urbes del territorio nacional, fue relevante, en términos literales y metafóricos, para la construcción de un nuevo país.

Podcast relacionado.

[1] https://www.revistaad.es/arte/articulos/diferencias-art-nouveau-art-deco/20568

[2] http://www.arthurchandler.com/1925-art-deco-exposition

[3] http://humanitas.uanl.mx/index.php/ah/article/view/132#:~:text=Se%20vincula%20el%20estilo%20arquitect%C3%B3nico,modernidad%20tras%20la%20Revoluci%C3%B3n%20mexicana.

[4] https://www.culturagenial.com/es/art-deco/

[5] 376854676003 (1).pdf

Autor

Comparte