En las páginas introductorias a La guerra no tiene rostro de mujer, Svetlana Alexiévich se auto...
Vivimos en la época de los extremismos. Según los preceptos de nuestra religión dualista, debemos, por un lado, confiar ciegamente en los procedimientos y las abstracciones y, por otro, adorar al individuo y sus pulsiones inexorables. Hemos construido así la prisión perfecta: la sociedad egocéntrica. En 1939, Carl Gustav Jung hacía el diagnóstico de esta civilización desencantada: “Somos neuróticos porque nos falta vida simbólica”. En esta habitación aparecen dos puertas: una falsa, otra verdadera. Esa puerta azul de madera es un símbolo, ¿pero un símbolo de qué? Ábrela y descubrirás qué nos espera más allá. (Por José Terán)
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